28 feb 2019

Si es de este mundo puedes entenderlo - CATORCE


Si es de este mundo puedes entenderlo; 24 x 14 cm. Augusto Metztli, 2019. (CATORCE de la serie Tlakati - Proyecto 38 y cuesta 51€).


Hacer mudanza 4 veces en el mismo año, tendría como consecuencia no poder seguir estudiando el último año de bachillerato de manera "normal". Para no quedarme sin estudiar lo hice en el "sistema abierto de la educación pública", es curioso y con perdón de mis profes de mis años escolarizados normales, ese año estudiando por mi cuenta y con los libros que te dan, aprendí mucho pero mucho más. Me cambió el paradigma de la educación escolarizada.

Así que me recluía toda la tarde a estudiar en el escritorio del apartamento de Loma Bella en Puebla, ahí en la orilla de la ciudad, junto al periférico.

Yo quería entrar a la facultad de arquitectura y para ello había que hacer el bachillerato científico, como bien se sabe si es científico hay matemáticas.

En un puñado de meses debía aprender Cálculo diferencial e integral, y no tenía idea de nada, ni de qué era, ni de cómo empezar. Los libros están perfectamente diseñados para aprender solo, de manera autodidacta, pero no lo entendía y eso me desesperaba mucho, pues no tenía con quién acudir.

En una de las tantas charlas que tuve con mi padre me dijo: "Tranquilo, si es de este mundo, si aquello que quieres aprender está dentro de este mundo, podrás entenderlo".

Esa fue la fórmula mágica, junto con el volcán Popocatépetl, pues cuando me desesperaba, me subía al puente del periférico a esperar a que se pusiera el sol y miraba al volcán y miraba el cielo, y aquello me llenaba de energía.

Abrí el libro desde el principio, leí cada letra, cada pie de imagen, el índice, la introducción, hasta la dirección de la imprenta, no dejé letra sin leer, y ahí fue que encontré aquello que no había leído y por lo que no entendía el cálculo diferencial e integral, era una ley del cálculo que no había visto.

Era de este mundo. 





21 feb 2019

En mi ventana llueven jacarandas - TRECE

En mi ventana llueven jacarandas; 24 x 14 cm. Augusto Metztli, 2019. (TRECE de la serie Tlakati - proyecto 38 y cuesta 50€).


La última publicación que hice en México antes de venir a Galicia se llamó "Revista Xolótl", era un fanzine surgido de la necesidad de difundir los textos de Eduardo Galeano de su libro "Patas arriba", lo distribuía en bares, restaurantes, centros culturales, y cualquier lugar que me permitiera dejarle un puñado de ellos. El fanzine era gratuito, lo podía imprimir gracias al patrocinio de dos restaurantes, estaba dividido en secciones, la primera era un texto de Galeano extraído de ese libro, y el resto de secciones eran colaboraciones de colegas. Entre ellas había un reto que se llamaba "Epitafio" o algo similar, y la idea era que mis conocidos y conocidas escritoras escribieran un minitexto con la estructura de un epitafio, sin que necesariamente fuera el que se usaría en una tumba, más bien un texto breve pero muy poderoso.

Entonces llegó a mis manos uno de ellos, el más hermoso, poético, cósmico, mundano, natural y atemporal que hubiese leído. Decía: "En mi ventana llueven jacarandas". No volví a publicar un nuevo número de la "Revista Xólotl".

Yvonne Bagnis es la autora del texto. Las jacarandas tiñen de violeta varias ciudades de México, su belleza no la supe apreciar entonces, es muy absurdo. Pero la belleza de las jacarandas y de otras tantas cosas, rituales, aromas, sensaciones y sabores de México, las he aprendido a apreciar con la distancia de unos cuantos miles de kilómetros.

Desde antes, desde entonces y hasta ahora, siguen lloviendo las jacarandas, tal como las ve Yvonne en su ventana. Gracias.





14 feb 2019

El edificio cuántico naranja - DOCE


El edificio cuántico naranja; 22 x 12 cm. Augusto Metztli, 2019. (DOCE de la serie Tlakati - proyecto 38 y cuesta 49€).


Durante años, el paso del tiempo lo medí y entendí con el cambio de mi reflejo en las enormes puertas de aquellos edificios.

En la calle de Concepción Béistegui 2103, de la ciudad de México, hay un conjunto de edificios. A principios del 80 mi abuela y mi abuelo compraron uno de los departamentos del cuarto piso, era amplio, bien distribuido, el suelo de madera, ventanas grandes, bien iluminado y ventilado.

Esos edificios eran una minúscula ciudad dentro de una de las ciudades más grandes del mundo, tenían conserje y cuidador, "la Emperatriz" es la tendera de al lado y te llevaba a casa lo que le pidieras por teléfono. En la mayoría de los departamentos había mujeres jóvenes, emigrantas, indígenas que limpiaban y hacían el trabajo de los hogares burgueses capitalinos.

Ahí llegué de bebé, mi abuela me cuidaba mientras mi madre y padre trabajaban, decía que le demostraba con locura mi amor, era verla y pedirle que me cargara en sus brazos. A los pocos años mis abuelxs se fueron a Guadalajara, y se quedaron mis tías mientras estudiaban en la universidad, después también ellas se fueron y se convirtió en el hogar familiar de otra tía, su marido y sus hijos, es decir, mis primos, con los que siempre vacacioné.

Entre dos de los bloques de edificios había un pasillo que comunicaba el patio delantero con el trasero, cuando caminabas o corrías por ahí, se escuchaba "clac clac clac clac". La altura de los edificios hacían de los pasos un eco muy peculiar, un sonido que subía al cielo, parecía que eras uno y muchos a la vez.

Un día por una tragedia familiar, ese departamento lo vendieron, tiempo después murió Salma, hace más de veinte años de aquello. No volví, no recuerdo cuándo fue la última vez que subí las escaleras, miré por la ventana o caminé por ese pasillo cuántico.

Dicen que los chavales de ahí tenían un juego secreto, para ser "respetado y aceptado" debías de saltar de un edificio a otro. No sé si alguien lo hizo o no, pero la imagen de aquello siempre me ha rondado en la cabeza.

Había dos jardines, con árboles preciosos que daban sombra y frescor en el verano. 






7 feb 2019

Un puñado de veranos más - ONCE


Un puñado de veranos más; 14 x 22 cm. Augusto Metztli, 2019. (ONCE de la serie Tlakati - proyecto 38 y cuesta 48€).


Murió en un accidente de coche, ella iba de copiloto, su novio conducía, él sobrevivió. Era una de mis grandes amigas de infancia y juventud, a pesar de no vivir en la misma ciudad. Me gustaba ir de vacaciones al DF para jugar con ella, con mis primos y con su pandilla en aquel patio de la colonia Narvarte.

Si vas al DF desde Guadalajara, y sales por la noche, el autobús llega muy temprano, poco después de las 6 de la mañana. En ese entonces (hace 25 años) pillabas un taxi y en 20 minutos estabas en Zempoala, esquina Concepción Beistegui.

Llegué temprano y me puse a dibujar en la mesa del comedor para no despertar a mis primos, recuerdo que copié a todos los personajes de Strett Fighter II de la revista Club Nintendo, pasé tanto tiempo dibujando que despertaron, desayunamos y yo seguía, me apetecía terminar. Ellos bajaron a jugar al patio del edificio y de repente escuchaba que me gritaban: ¡Baja!, ¡Baja!

Me asomé por la ventana y estaban todos, incluyendo Salma, se escuchaban sus patines hasta el cuarto piso donde me encontraba. Traía la camiseta blanca con rayas rojas que le había regalado la vez anterior que nos vimos.

Jugábamos al STOP, a bote pateado, al Super UNO, al cinturón escondido, al bebeleche, con la pelota, a perseguirnos, daba igual qué hacer, a las pandillas lo que verdaderamente les interesa es pasar el tiempo juntos y juntas. Comíamos y bebíamos cualquier cantidad de comida basura. Hablábamos de dibujos, películas y series de televisión. 

Ella solo vivió un puñado de veranos más.