14 feb 2019

El edificio cuántico naranja - DOCE


El edificio cuántico naranja; 22 x 12 cm. Augusto Metztli, 2019. (DOCE de la serie Tlakati - proyecto 38 y cuesta 49€).


Durante años, el paso del tiempo lo medí y entendí con el cambio de mi reflejo en las enormes puertas de aquellos edificios.

En la calle de Concepción Béistegui 2103, de la ciudad de México, hay un conjunto de edificios. A principios del 80 mi abuela y mi abuelo compraron uno de los departamentos del cuarto piso, era amplio, bien distribuido, el suelo de madera, ventanas grandes, bien iluminado y ventilado.

Esos edificios eran una minúscula ciudad dentro de una de las ciudades más grandes del mundo, tenían conserje y cuidador, "la Emperatriz" es la tendera de al lado y te llevaba a casa lo que le pidieras por teléfono. En la mayoría de los departamentos había mujeres jóvenes, emigrantas, indígenas que limpiaban y hacían el trabajo de los hogares burgueses capitalinos.

Ahí llegué de bebé, mi abuela me cuidaba mientras mi madre y padre trabajaban, decía que le demostraba con locura mi amor, era verla y pedirle que me cargara en sus brazos. A los pocos años mis abuelxs se fueron a Guadalajara, y se quedaron mis tías mientras estudiaban en la universidad, después también ellas se fueron y se convirtió en el hogar familiar de otra tía, su marido y sus hijos, es decir, mis primos, con los que siempre vacacioné.

Entre dos de los bloques de edificios había un pasillo que comunicaba el patio delantero con el trasero, cuando caminabas o corrías por ahí, se escuchaba "clac clac clac clac". La altura de los edificios hacían de los pasos un eco muy peculiar, un sonido que subía al cielo, parecía que eras uno y muchos a la vez.

Un día por una tragedia familiar, ese departamento lo vendieron, tiempo después murió Salma, hace más de veinte años de aquello. No volví, no recuerdo cuándo fue la última vez que subí las escaleras, miré por la ventana o caminé por ese pasillo cuántico.

Dicen que los chavales de ahí tenían un juego secreto, para ser "respetado y aceptado" debías de saltar de un edificio a otro. No sé si alguien lo hizo o no, pero la imagen de aquello siempre me ha rondado en la cabeza.

Había dos jardines, con árboles preciosos que daban sombra y frescor en el verano. 






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