4 jun 2020

Reconstruyendo "Los caminos de la vida"

Creo que es imperativo volver una y otra vez en el tiempo, aunque habitemos el ahora con intensidad, explorar nuestro pasado siempre nos lleva a nuevos lugares. Por eso pinté la serie de Tlakati de 38 cuadros, que son 38 recuerdos que quería dejar ahí para verlos y reelerlos cuando me apeteciera volver. Nuestra experiencia y conciencia, son las herramientas que tenemos para modelar el presente y el futuro, con cuidado y respeto.

De tanto esforzarme por recordar, el año pasado que volví a México, me di cuenta de que nunca es suficiente, es como el cuento de Borges, donde el protagonista no entiende porque una "hoja" de un manzano se llama igual que la "hoja" de un roble sin son tan distintas y eso le desespera, por eso nombra todo, haciendo diferencias, inventando palabras y recordando cada nombre particular. Lo mismo me pasa, solo que yo no tengo memoria para tanto recordar.

Hace dos años pinté y escribí sobre la canción de "Los caminos de la vida" en Boreal, como parte de este ejercicio de "recordar" he reconstruido los hechos con fotos.


Mi papá, yo, Marta y Daniel, bebiendo café en una terraza de la ciudad de Puebla en el otoño de 2019, la foto la hizo mi hermano.

"Los caminos de la vida"

Era de noche, y mi padre me dijo que tenía hambre, que le apetecía llevarme a cenar unas deliciosas cemitas poblanas. Vivíamos junto al casi recién inaugurado periférico de la ciudad de Puebla, era una enorme urbanización del INFONAVIT donde había mucha gente, así que sobraban los lugares cercanos donde cenar. Fuimos a un pequeño local donde había mesas y sillas de metal, de las que te da Coca-Cola, la televisión estaba encendida pero en silencio (con algún resumen deportivo), la música a todo volumen con algo de cumbia, salsa, o vallenato, los ritmos tropicales que aman en Puebla. De donde yo venía, esos géneros no eran tan populares, prácticamente no se escuchaban.

Mientras cenábamos sonaba el coro “Los caminos de la vidaaaa… no son cómo yo creía, no son cómo yo pensaba…“, mi padre que es un gran observador, vio mi cara de “circunstancia (prejuicio)” al escuchar esa música, y me dijo: “Augusto hay que saber escuchar de todo, cumbia, vallenato, comer de todo, ver de todo, leer de todo, el misal y hasta el bote del shampoo, de lo contrario andarás por el mundo con los ojos medio abiertos, sin conocer cosas bellas, sensibles, inspiradoras, interesantes o no, pero no lo sabrás, hay que andar por el mundo con la disposición a ser sorprendido, debemos andar siempre con la boca abierta. Los buenos artistas deben de ser capaces de ir más allá de sus prejuicios. Tu trabajo tendrá sentido cuándo seas capaz de ver y contar historias en donde no hables en primera persona.”

La canción seguía sonando en aquel entrañable lugar, y las palabras que me dijo, siguen sonando aquí en mi cabeza.

Siempre que escucho esa canción pienso en ello. Muchos años más tarde Vicentico, el vocalista de “Los fabulosos Cadillacs” pensó igual que mi padre e hizo su propia versión de aquel maravilloso vallenato: “Los caminos de la vida”.


La ilustración que hice para Boreal, recrea una mesa de una cenaduría de esas maravillosas que hay en México y que extraño tanto. Una mesa llena de caminos, de historias y de encuentros.

Busqué en google maps la calle donde yo creo que se ubicaba la cenaduría, incluso no sé si sea ese local debajo del letrero que dice "vídeo".

Aprovechamos nuestra estancia en Puebla para grabar a Anastasio José Mora (que es mi padre) hablando sobre la vida.




Esta es la versión de Los caminos de la vida de Vicentico. ¡Es preciosa!

1 comentario:

Erick.Avila dijo...

Enhorabuena primo Augusto! Un gusto escucharte, saludos.