Por qué corremos cuando comienza a llover, por qué agachamos la cabeza, por qué un día de lluvia "es un día malo", por qué evitamos la ropa y el cuerpo mojado.
No sé si son preguntas absurdas, pero son legítimas y me las hacía en la preparatoría, a los 16 años, yo creo que son el reflejo de nuestra desconexión con nuestra animalidad. Esa desconexión que aniquila nuestro mundo.
En la U de G hay tres turnos de bachillerato, yo iba en el de la tarde, y en Guadalajara, en temporada de lluvias, por lo general llueve por la tarde o noche, así que saliendo de la escuela, caminando las dos calles que había que transitar para llegar a la estación del tren ligero de "Urdaneta", comenzó a llover como llueve ahí, que parece que el cielo entero cae sobre la tierra. Justo me pilló a medio camino.
Todos corrían, entonces me detuve y decidí erguir mi cuerpo, mi cara y caminar poco a poco, sin prisa, disfrutando cada gota que mojaba mi cuerpo, no hacían falta muchos pasos para quedar completamente empapado, acabé todo mojado: mis pantalones viejos y con un año sin visitar la lavadora, mi suéter a rayas azul claro, mi morral blanco multizurcido, mis libros, mis apuntes, mis dibujos, mis cigarros, la cartera, las llaves, los zapatos viejos de mi abuelo, mis calcetines, mi cabello y mis pulseras.
Subí al puente para acceder al tren ligero y me quedé en medio, mojándome, intenté fumar un cigarro, pero fue imposible. Volví a bajar del puente y seguí mi camino andando y mojado.
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