A mis diez años de edad llegamos a vivir al Sauz, como todos las ciudades dormitorio o satélites, es decir grandes urbanizaciones de trabajadores que por el día solo están habitadas por madres amas de casa (las pocas), jóvenes, niños y abuelas. Las viviendas del Sauz las daban a trabajadores que reunían los requisitos que les pedía el INFONAVIT (dependencia de gobierno que se encarga de la vivienda pública mexicana). Por eso a mi madre se lo dieron y a lo largo de su vida lo ha pagado, como una hipoteca.
En este sitio con grandes espacios para aparcar coches, jardines, campos de fútbol y baloncesto, parques para niños y muchos, muchos departamentos, vivíamos siete mil familias, es decir poco más de 35 mil personas.
Era o es (no lo sé) la unidad habitacional más grande del estado de Jalisco y también el más grande experimento social con un dudoso desenlace.
Como es evidente los niños y jóvenes se acabaron educando los unos a los otros, un poco con ayuda de la televisión, de los video juegos y de las películas.
De alguna manera sin darnos cuenta comenzó a transformarse todo, las paredes se llenaron de grafitis, comenzamos a convivir con la violencia; jóvenes reunidos en las esquinas consumiendo marihuana, alcohol, etc; por las noches de vez en cuando se escuchaban disparos, gente corriendo o gritando. Coches con piezas robadas, niños desde temprano en la calle inventando qué hacer para pasar el tiempo.
Todos sabíamos que en el primer piso del edificio "L" vivía un minusválido cuarentón que reclutaba a jóvenes y señores para que salieran todas las mañanas con mochila a la espalda a repartir todo tipo de drogas por el barrio. Desde luego que hubo muchas denuncias a la policía y nos consta que visitaban la casa una vez por semana para cobrar su cuota para dejarlos trabajar tranquilos y procuraban, eso sí una vez al mes, desaparecer a nuestros vecinos traficantes por lo menos una noche para que pareciera que cumplían con su deber.
Así que era costumbre de todos los días ver a los jóvenes "camellos" salir por la mañana con la mochila llena y volver por la tarde con la misma mochila vacía, ver cómo acudía la gente a comprarle mercancía al minusválido. Lo métodos son de todos conocidos, primero regalan la droga, van afuera de las escuelas y dan una dosis pequeña gratis y después ya que hacen adicto al chaval se la venden hasta que se endeudaba tanto que tiene que pagar su deuda con favores que generalmente es cometer algún delito. Pero lo más vil que escuché que hacían es darle a los pequeños de primaria pedacitos de tela húmedos en solventes para que lo inhalaran. Algunos de estos niños se hicieron adictos y era una lástima verlos con los ojos perdidos por la calle, que para poder comprar su tonsol debían de robar, usaban alfileres para picotear a la gente mientras otro en el descuido robaba la billetera. Les decían los "chininos".
Yo jugaba baloncesto así que entre partido y partido me enteraba de muchas cosas, de repente hacía falta alguno de los que acostumbraban jugar con nosotros y era porque lo habían metido al tambo, es decir a la cárcel, o lo habían picado (herido por un cuchillo) y estaba en el hospital o sencillamente andaba desaparecido porque estaban buscándolo o había decidido probar suerte y cruzar la frontera rumbo a Estados Unidos.
Nunca se metieron conmigo, lo más que me hicieron fue robarme mi balón de baloncesto y nada más, generalmente a la gente del mismo barrio no le hacían nada, si no a las visitas, a los que se perdían porque tantos edificios juntos suelen confundir a la gente.
Era una situación tensa, insegura, había que tener siempre mucho cuidado, no se podía caminar por cualquier sitio, debíamos procurar no salir a ciertas horas y si era muy necesario no hacerlo solos.
Así era la vida en el Sauz, ahora ha cambiado un poco, dicen que está más tranquilo, será porque muchos han muerto, se han matado entre ellos, otros están en la cárcel, otros tantos internados en alguna clínica de rehabilitación, otros en Estados Unidos. En las ventanas de los edificios hay muchos carteles con "se vende" o "se alquila".
A pesar de todo era mi casa, era mi barrio y tengo recuerdos muy gratos de haber vivido ahí.
Explico cómo era el lugar donde viví varios años porque supongo que algo similar debe sentir la gente que vive en Ciudad Juárez, desde luego con muchos más agravantes, al ser ciudad de paso, con una gran cantidad de población flotante, con autoridades incompetentes y corruptas. Es como yo lo sentí,que poco a poco sin darnos cuenta vivíamos y era nuestro pan de cada día la violencia, la sensación de no poder estar tranquilo y disfrutar aunque sea por un momento el aire en la cara, el sol y caminar tranquilamente por las calles.
Este dibujo está dedicado a Ciudad Juárez, México, a la espera de que como en el Sauz, o se acaben matando todos los delincuentes entre ellos, y dejen tranquila a la población o acaben orates y perdidos de consumir y consumirse, o que los recluyan a todos en la cárcel o que desafortunadamente en las ventanas de la ciudad se llene de carteles con la frase de "se vende" o "se alquila".
En este sitio con grandes espacios para aparcar coches, jardines, campos de fútbol y baloncesto, parques para niños y muchos, muchos departamentos, vivíamos siete mil familias, es decir poco más de 35 mil personas.
Era o es (no lo sé) la unidad habitacional más grande del estado de Jalisco y también el más grande experimento social con un dudoso desenlace.
Como es evidente los niños y jóvenes se acabaron educando los unos a los otros, un poco con ayuda de la televisión, de los video juegos y de las películas.
De alguna manera sin darnos cuenta comenzó a transformarse todo, las paredes se llenaron de grafitis, comenzamos a convivir con la violencia; jóvenes reunidos en las esquinas consumiendo marihuana, alcohol, etc; por las noches de vez en cuando se escuchaban disparos, gente corriendo o gritando. Coches con piezas robadas, niños desde temprano en la calle inventando qué hacer para pasar el tiempo.
Todos sabíamos que en el primer piso del edificio "L" vivía un minusválido cuarentón que reclutaba a jóvenes y señores para que salieran todas las mañanas con mochila a la espalda a repartir todo tipo de drogas por el barrio. Desde luego que hubo muchas denuncias a la policía y nos consta que visitaban la casa una vez por semana para cobrar su cuota para dejarlos trabajar tranquilos y procuraban, eso sí una vez al mes, desaparecer a nuestros vecinos traficantes por lo menos una noche para que pareciera que cumplían con su deber.
Así que era costumbre de todos los días ver a los jóvenes "camellos" salir por la mañana con la mochila llena y volver por la tarde con la misma mochila vacía, ver cómo acudía la gente a comprarle mercancía al minusválido. Lo métodos son de todos conocidos, primero regalan la droga, van afuera de las escuelas y dan una dosis pequeña gratis y después ya que hacen adicto al chaval se la venden hasta que se endeudaba tanto que tiene que pagar su deuda con favores que generalmente es cometer algún delito. Pero lo más vil que escuché que hacían es darle a los pequeños de primaria pedacitos de tela húmedos en solventes para que lo inhalaran. Algunos de estos niños se hicieron adictos y era una lástima verlos con los ojos perdidos por la calle, que para poder comprar su tonsol debían de robar, usaban alfileres para picotear a la gente mientras otro en el descuido robaba la billetera. Les decían los "chininos".
Yo jugaba baloncesto así que entre partido y partido me enteraba de muchas cosas, de repente hacía falta alguno de los que acostumbraban jugar con nosotros y era porque lo habían metido al tambo, es decir a la cárcel, o lo habían picado (herido por un cuchillo) y estaba en el hospital o sencillamente andaba desaparecido porque estaban buscándolo o había decidido probar suerte y cruzar la frontera rumbo a Estados Unidos.
Nunca se metieron conmigo, lo más que me hicieron fue robarme mi balón de baloncesto y nada más, generalmente a la gente del mismo barrio no le hacían nada, si no a las visitas, a los que se perdían porque tantos edificios juntos suelen confundir a la gente.
Era una situación tensa, insegura, había que tener siempre mucho cuidado, no se podía caminar por cualquier sitio, debíamos procurar no salir a ciertas horas y si era muy necesario no hacerlo solos.
Así era la vida en el Sauz, ahora ha cambiado un poco, dicen que está más tranquilo, será porque muchos han muerto, se han matado entre ellos, otros están en la cárcel, otros tantos internados en alguna clínica de rehabilitación, otros en Estados Unidos. En las ventanas de los edificios hay muchos carteles con "se vende" o "se alquila".
A pesar de todo era mi casa, era mi barrio y tengo recuerdos muy gratos de haber vivido ahí.
Explico cómo era el lugar donde viví varios años porque supongo que algo similar debe sentir la gente que vive en Ciudad Juárez, desde luego con muchos más agravantes, al ser ciudad de paso, con una gran cantidad de población flotante, con autoridades incompetentes y corruptas. Es como yo lo sentí,que poco a poco sin darnos cuenta vivíamos y era nuestro pan de cada día la violencia, la sensación de no poder estar tranquilo y disfrutar aunque sea por un momento el aire en la cara, el sol y caminar tranquilamente por las calles.
Este dibujo está dedicado a Ciudad Juárez, México, a la espera de que como en el Sauz, o se acaben matando todos los delincuentes entre ellos, y dejen tranquila a la población o acaben orates y perdidos de consumir y consumirse, o que los recluyan a todos en la cárcel o que desafortunadamente en las ventanas de la ciudad se llene de carteles con la frase de "se vende" o "se alquila".
1 comentario:
Es terrible ver las caras de esos niños (hasta el momento nunca he visto a ninguna niña) colocados con disolventes. Yo me los encontré varias veces en los ferrocarriles catalanes...
D.
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