7 ene 2010

Lo que encontré en México

Nuestro viaje a México fue como lo esperábamos, posiblemente mejor de lo que esperábamos, hicimos casi todo lo que teníamos contemplado y hubo bastantes extras.

No me imaginé sentir el montón de cosas que sentí al ver a amigos y familiares, o ciertos lugares. O al percibir aromas y sabores de cosas que hacia mucho tiempo no percibía o saboreaba. Es como estar en casa pero con conciencia de que todo lo que requieres para realizar los pequeños rituales del diario, están muy lejos de ahí. Pero además sabes que ya no es tu hogar, por muchas razones... pero sobre todo porque así lo decidiste.

Cada víspera de ir y llegar o irse de un sitio fue emocionante y contradictorio por dentro. Pero fui muy feliz de ver todo lo que extrañaba. Particularmente re-encontrarme con algunas pinturas que hice hace años y que ahora puedo enseñárselas a Martha y a quien vea este blog.


Este cuadro lo encontré en casa de mi abuela Meche, en Puebla, lo pinté en 1998, mide como 25 x 35cm y es óleo sobre tela.

En 1998 pinté tanto, dibujaba a diario, pintaba también casi a diario, durante seis meses fui a clases de pintura en la casa de la cultura de Puebla, fue mi profesora una pintora joven de nombre Aixa, que no he vuelto a saber nada de ella desde entonces. Al terminar el curso ahí, continué por mi cuenta en casa, pero en ocasiones me iba a donde se reunían unos escritores y pintores llamados la "Rosa azul" y pintaba con ellos. El que guiaba las clases era el pintor poblano Francisco Ramos Ruiz, un excelente artista. La pintura que hice bajo su cuidado fue esta, una mujer con medio cuerpo bajo el mar y con las estrellas caídas del cielo brillando junto a ella. Ahora que lo vi, me di cuente que las nalgas me quedaron muy grandes y un montón de errores más. Pero aun así me encanta este cuadro.




Este lo pinté en el 2000 en Guadalajara, mide 20 x 30cm y está hecho con pinturas vinílicas sobre papel, pero me lo encontré en casa de mi abuela Meche, también Puebla, a ella le encantó desde el principio dijo que eran como máscaras africanas o algo así y me lo pidió.

Ahora que lo volví a ver me continua gustando, me gustan los colores y la libertad, el negro sin pudor e ingenuo y el blanco cuando hacia falta. Pero lo que sigue sorprendiéndome es que mi abuela aun lo tenga colgado en su sala. Gracias abuela.



Este cristo, que creo que es de los pocos que he hecho, es de principios del 2000, pintado con acrílicos sobre papel y tamaño media carta. Se lo regalé a mi abuela Coco mamá, quería hacer un Cristo azul, con una aureola grande grande como de caricatura y un color naranja explosivo de fondo, deseaba hacerlo con los ojos vendados por todo aquello que debería ver y no veía, que debería corregir y no lo hacia, hoy no pienso de esa forma. Ahora está colgado en la habitación de mi madre.



Este último se llama: Hace tiempo que no se oye de santos, fragmento extraído de la obra de un poema de mi padre. Es desoladora esa idea, pero es cierto, hace tiempo que no hay santos en el mundo. La tela sobre la que lo pinté venía con la imagen del san José impresa, así que compré el cacho de tela y le pinté el resto, la nube, los corazones, las orejas y el naranja dolor del fondo. Mi abuela me lo compró y ahora esta en la cabecera de la cama de mi madre.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Genialísimo el que parecen máscaras africanas! Tu abuela tiene buen gusto, ehh!

Deborah

Augusto Metztli dijo...

Gracias Deborah, a mi abuela le encanta la pintura, es una señora muy sensible