Este cuadro tiene mucho tiempo y para pintarlo también pasó mucho tiempo. Es una pintura muy fuerte como para tenerla en la sala de la casa de mi amigo Edgar, pero ahí decidieron colgarla y aunque no me lo ha dicho textualmente porque no es su estilo hacerlo, yo sé que siempre le ha gustado mucho a mi amigo.
Me lo encargó de una manera muy extraña, un día llegó y sacó de su bolsillo 500 pesos mexicanos, y este mismo proceso lo hizo durante un par de años de manera esporádica, y sus palabras siempre eran las mismas, júntalo porque en su momento te pediré un cuadrote. El momento llegó y el encargo fue pintar a su novia Carolina, hicimos la sesión de dibujos e hice varios retratos a lápiz, a ambos les gustaron mucho.
Así que un día Edgar llego con un bastidor de 150 x 200cm y me dijo -aquí está flaco a pintar-
Decidí hacer a Caro en la ciudad, con un buzón de correos, edificios, la gente, yo por ahí de espaldas retratado, un cielo típico. El señor que parece surfista realmente es un señor monstruo de esos que hay en todos lados haciendo atrocidades y lo que parece tabla de surf son las atrocidades. Como se puede ver Carolina anda despistada transitando aquellos lugares.
Mi intención era indicar la vulnerabilidad del ser humano en el entorno que el mismo creó, es decir, el ratón, o el león, o la abeja están diseñados para vivir de manera digna y segura en el medio ambiente y nosotros somos los únicos que hicimos justo lo contrario, creamos un ambiente en el que somos vulnerables, frágiles e inermes. Pero no cambiaría por nada la imagen de un mujer anónima caminando por cualquier calle vestida de trabajo y con destino a algún sitio antes decidido.
Pero al final creo que mezclé todo, mi idea, su idea, mi amistad con Edgar, y la noticia de que Carolina estaba embarazada, es decir que cuando la estaba dibujando a ella, dentro de ella se estaba gestando Loreto, la hija de Edgar. Creo que lo que verdaderamente pinté fueron mis deseos y mi conjuro que allá donde vaya Carolina siempre esté segura y caminando con fuerza y pasión.
Me lo encargó de una manera muy extraña, un día llegó y sacó de su bolsillo 500 pesos mexicanos, y este mismo proceso lo hizo durante un par de años de manera esporádica, y sus palabras siempre eran las mismas, júntalo porque en su momento te pediré un cuadrote. El momento llegó y el encargo fue pintar a su novia Carolina, hicimos la sesión de dibujos e hice varios retratos a lápiz, a ambos les gustaron mucho.
Así que un día Edgar llego con un bastidor de 150 x 200cm y me dijo -aquí está flaco a pintar-
Decidí hacer a Caro en la ciudad, con un buzón de correos, edificios, la gente, yo por ahí de espaldas retratado, un cielo típico. El señor que parece surfista realmente es un señor monstruo de esos que hay en todos lados haciendo atrocidades y lo que parece tabla de surf son las atrocidades. Como se puede ver Carolina anda despistada transitando aquellos lugares.
Mi intención era indicar la vulnerabilidad del ser humano en el entorno que el mismo creó, es decir, el ratón, o el león, o la abeja están diseñados para vivir de manera digna y segura en el medio ambiente y nosotros somos los únicos que hicimos justo lo contrario, creamos un ambiente en el que somos vulnerables, frágiles e inermes. Pero no cambiaría por nada la imagen de un mujer anónima caminando por cualquier calle vestida de trabajo y con destino a algún sitio antes decidido.
Pero al final creo que mezclé todo, mi idea, su idea, mi amistad con Edgar, y la noticia de que Carolina estaba embarazada, es decir que cuando la estaba dibujando a ella, dentro de ella se estaba gestando Loreto, la hija de Edgar. Creo que lo que verdaderamente pinté fueron mis deseos y mi conjuro que allá donde vaya Carolina siempre esté segura y caminando con fuerza y pasión.
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