Agua de Vida, acrílico sobre tela.
Mi abuelo estaba moribundo, y fui a pasar un tiempo con él, en lo que sería su último día de vida. Dormía mientras la morfina le daba su dulce despedida. Tenía los labios secos y entonces humedecí un algodón con agua fresca para pasarlo sobre ellos. Comenzó a mamar como si fuera un bebé, tenía sed. Fue la última interacción que tuve con él. Al día siguiente ya había muerto.
Por eso respeto mucho al agua. El agua le devolvió la vida a un hombre moribundo, por unos segundos saltó en el tiempo e hizo lo más elemental que podemos hacer: Intentar sobrevivir.
El agua todo lo inunda, atrae ballenas a la habitación, crea nebulosas, donde aparecen sillas, azoteas, antenas, la luna, universos y constelaciones.
Después se seca. Las ballenas se van y la habitación queda vacía. Desaparece la ropa, sus objetos personales, y dentro de los cajones solo hay eco, aromas de ayer.
Quedan las macetas con sus plantas favoritas, como aquella que aún da esos deliciosos chiles pequeñitos y rojos.
Eso es "Agua de Vida".
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