Juan Rulfo decía, "si no vas a decir algo más hermoso que el silencio, es mejor quedarse callado" y mi bisabuela decía, "las palabras no se recogen". La primera ocasión que escuche la frase de Juan Rulfo fue de Jorge Costa o Acosta -no recuerdo bien- un excelente profesor de historia de la arquitectura, fue la frase con la que nos dio la bienvenida el primer día en la facultad, sus clases fueron muy interesantes, tenía mucha fuerza al hablar, al explicar, lo hacía con pasión, me impresionó tanto, que creo que pasé todo el curso en silencio. Desde niño mi abuela Coco no se cansó de citar a su madre con aquello de que las palabras no se recogen, no lo entendí, hasta hace unos años.
Poco antes de irnos a México, vinieron al estudio para encargarme un dibujo hecho con tinta de calamar y tinta china, con una temática muy peculiar, "los dentistas". El dibujo tenía que ser en dos partes y poderse colgar juntos o separados. Entonces recordé aquello que era significativo para mi, sobre el uso de las palabras, pero también se colaron mis recuerdos del ratón que venía por nuestros dientes de leche que se los llevaba pero a cambio nos dejaba unas monedas.
Así que dibujé una boca que habla hacia el cielo y que procura decir cosas bien pensadas y las que no ha pensado, no las dice y los dientes convertidos en pequeños mundos como los que cuentan en el libro del Principito.
Disfruté haciéndolo, creo que es el encargo más extraño que he tenido y más porque paso un cosa curiosa; antes de comenzarlo me dieron la mitad del dinero que costaba y al entregarlo me darían la otra mitad. Así que el día que partíamos a México, entregué mi encargo y recibí la otra mitad del pago. Con ese dinero en la billetera nos fuimos a Vigo para viajar a Madrid, ya en Barajas al bajar del avión para transbordar al que nos llevaría a México olvidé mi billetera, mi pasaporte y mi NIE, es decir todo aquello que me permitiría salir y entrar de España y de México. Como viajamos por Iberia fuimos a las oficinas que tienen en el aeropuerto y me dijeron que el equipo de seguridad la encontró en el avión y que la tenían en su almacén. Cuando me la devolvieron tenía todos mis documentos, menos la mitad del pago del cuadro que había cobrado al medio día, es decir me robaron ese dinero, pero no todo, afortunadamente me dejaron 15 euros que fue con lo que llegamos a México.
Así que no olvidaré a los dentistas, al ratón de los dientes, al avión de Iberia, a las azafatas, a los de seguridad del aeropuerto de Barajas y mi dibujo dedicado a las palabras.
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