A Casiña, 100 x 160cm, acrílico sobre tela, 2009
Cuando llegué aquí a Galicia lo primero que me sorprendió fue el verde del monte, de las montañas y de los cerros, después descubrí que daba igual la época del año ya que la lluvia eterna hacía que el verde se quedara ahí pegado a la tierra.
Hace tiempo, vi la película de "Mar adentro", le entendí la mitad en aquel entonces y aun así me encantó, pero hace poco me leí el libro de Ramón Sampedro, donde habla de su vida, y de su gente y poco después, por leer el libro, vi la película nuevamente y me emocionó muchísimo. El lugar donde vivió y murió está justo frente a mi casa, al otro lado de la ría de Arousa, sólo se puede distinguir por la noche cuando se encienden las luces de la ciudad. Todo esto, junto con el aroma del mar y algas de por las mañanas, e intentar meterme una y otra vez al frío mar Atlántico con no muy buenos resultados, me han hecho enamorarme y desear cada vez más este mar plateado y fértil.
Aprecio la forma de llover de aquí tan distinta de como llueve en mi país (y que extraño tanto), los ríos que por todos lados parten las ciudades, los patos que juegan con los perros que a su vez juegan con las gaviotas que asustan a los cuervos. Aprecio al gallego tan bruto a veces y tan tierno otras; gente que mima tanto sus campos, que pone papas, que las quita según la luna, que ordena y da forma a las parras, que vendimia y hace vino. Que come lechugas y pimientos de Padrón, que por arte de magia le quita lo poco comestible que tienen las langostas del país (país adjetivo calificativo que usan para cualquier producto gallego de cepa). Que bebe vino, que come y come y te pide que comas y comas...
Pintar la Casiña, es mi resumen de cómo he asimilado el entorno, está inspirada en la vida rural de los gallegos, en especial de la abuela y los padres de Martha, es mi sorpresa de diario, de ver esos árboles que aún no sé como se llaman, pero que en cada articulación de las ramas tiene un nudo y que su corteza es como la piel de los jaguares, las casas de piedra tan sólidas y fuertes en medio de tanto verde, a la sutil pero evidente manera de cerrar los labios y apretar los ojos al recordar los tiempos de Franco y de la persecución de la identidad gallega.
La Casiña con brazos es la representación de la batalla más grande ganada por el pueblo gallego, la conquista de su propia tierra, de su idioma, de sus manías y prejuicios, de su fuerza para irse cuando no había otra y su pasión por volver y quedarse cuando debía ser así. De su testarudez de poblar monte y montañas imposibles donde no puede haber ni una sola calle llana ni en línea recta.
Cada pedacito de monte tiene un gallego pendiente de ella, hasta en la luna dicen que hay un gallego, haciendo lo que sabe hacer, ser gallego.
2 comentarios:
precioso el cuadro igual que preciosa es mi tierra.
No me canso de verla, no me canso de decir lo bella que es. Tienes toda la razón.
Gracias
Augusto Metztli
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