26 ene 2023

Sus jardines

Sus jardines. Acrílico sobre lienzo, 16 x 22 cm. Dedicado a Martha Pacheco. Invierno del 2023. Y su precio es de 85€.

Ver una exposición de Martha Pacheco es difícil, es duro, y su trabajo se te queda metido en el cuerpo para siempre. Perteneció al colectivo SEMEFO, donde diversas artistas de distintas disciplinas, utilizaron a la muerte como materia y tema para sus piezas y perfomances. Hubo una época que expuso bastante y de manera consecutiva en Guadalajara, así que pude ver varias exposiciones colectivas e individuales de ella. 

Mandaba a mis alumnos y alumnas de bachillerato a ver su trabajo, a que me hablaran de sus impresiones, desde luego les preparaba para lo que encontrarían.

Las primeras obras de Martha Pacheco que conocí, fue su serie de pinturas al óleo hechas a partir de fotos de gente muerta sin identificar en la morgue de la ciudad, también a partir de fotos de autopsias por muertes violentas. La técnica de Martha era tan buena, que era capaz de recrear con las pinceladas el enfoque de ciertas zonas y desenfocar otras, imitando a una cámara. Definía los detalles grotescos, la sangre, las costuras, la piel y a lo lejos, desenfocados los pies y el final de la mesa metálica de la morgue. Los colores rojos, violetas, la piel, las entrañas, todo pintado a la perfección.

El mismo efecto inquietante también lo conseguía utilizando lápices y carbones, esa violencia, desamparo, dolor, tristeza la retrataba a la perfección en blanco y negro.

Sus enfoques y desenfoques visuales, en mi opinión, fueron su manera de preservar la dignidad de los muertos y las muertas. Y eso conmueve. 

Me preguntaba como sería trabajar un cuadro de ella en el tiempo, tenerlo en el estudio, verlo todos los días, pintar la violencia y el dolor, que se vive afuera de la puerta, en la acera. Cómo se sentiría al pintar toda una serie de gente anónima, muerta, identificada con números.

Martha Pacheco murió el 1 de noviembre del 2021, previo al día de los y las muertas. Sus últimos trabajos fueron en blanco y negro, retratando a la gente viva que trabajaba en las calles y semáforos de la ciudad.

Saber que ella pintaba lo que pintaba, siempre me ha causado una sensación rara en el cuerpo, agradezco que exista su trabajo porque es real, porque sucede en México y porque pintarlo es lo justo. Y al hacerlo, nos deslindó de la responsabilidad al resto.

Cuando murió mi abuelo en el 2006, gracias a conocer la obra de Martha Pacheco decidí sentarme en una silla, y dibujar a mi abuelo recién muerto. Fue mi forma de despedirme de él y de intentar asimilar la muerte. Después lo afeitamos, lo cambiamos y lo calzamos, cuando vinieron a llevárselo al velatorio, le quitaron los zapatos y calcetines, porque las muertas y los muertos se entierran descalzos, eso no lo sabía. Me guardé sus calcetines en mi bolsillo.

La única vez que me invitaron a participar con una instalación, en una galería muy alternativa y peculiar de Guadalajara, fue donde perdí aquella libreta con el dibujo de mi abuelo.

Quería volver a pintar la muerte, y decidí hacerlo sobre la muerte de un gran amigo (de otra especie) que tuve. Utilicé de modelo, la radiografía de Cartulino (el conejo) que le hicieron en sus últimas horas de vida. Poco antes de que los intentos del veterinario fueran en vano.

Pinté sus huesitos enterrados y el jardín que ha brotado de la tierra sobre ellos. Las plantas, flores, cactus e incluso el pequeño roble o carballo como se llama aquí, son reales, crecen sobre los huesos de Cartulino y también de Libreta, porque les enterramos juntas, porque cuando vivieron, eran inseparables, eran manada, por eso sus jardines también lo son.





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