17 mar 2023

La cueva de Ligia

La cueva de Ligia, acrílico sobre lienzo, 16 x 22 cm. Dedicado a Tania M. Treviño. Invierno del 2023. Y su precio es de 85€

Entré a la preparatoria 5 de la U de G con 14 años, prácticamente todos y todas eran mayores que yo, pero Tania la que más. Me llevaba 4 años, ella había estudiado en el Conalep una carrera técnica en gastronomía y hostelería (o algo así) pero lo dejó, no sé si incompleta o si alcanzo a terminarla. Había cambiado de opinión y quería estudiar una carrera universitaria y para ello debía tener el bachillerato.

Cuando la conocí me llamo mucho la atención. Sus aportes y reflexiones en las clases, sus planteamientos, sus cuestionamientos, su feminismo, sabía de todo, le encantaba leer, tenía una amplia cultura musical, conversaba de maravilla y era muy atenta con todos y todas, estaba muy bien preparada así que nos ayudaba con aquello que no entendíamos. 

Poco a poco nos hicimos muy buenos amigos. Recuerdo un montón de anécdotas a su lado, por ejemplo, yo iba fatal en inglés, nunca se me había dado bien. Llegamos a la conclusión de que era más fácil que Tania me hiciera el examen a que yo se lo copiara, entonces recurrimos al típico truco de dejar caer el examen al suelo e intercambiarlos, así que ella respondió el suyo y el mío. Mis buenas notas en inglés y en otras asignaturas se las debo a ella, como otras tantas cosas.

Tania me enseñó que la pintura, la música, el cine, el teatro, la lectura, los autores, las autoras, la comida, los idiomas, y la poesía eran experiencias que nos aportaban emociones, conocimientos, sensibilidades, creatividad y reflexiones. Podría parecer obvio, pero al verla a ella disfrutar lo terminé de entender o asimilar, no lo había enfocado de esa manera. Me prestaba discos, libros, escuchábamos música juntas en mi departamento, mientras hacíamos las tareas o estudiábamos.

Gracias a ella conocí a Joaquín Sabina, Caetano Veloso, la Bossa Nova, Portishead, Björk y muchas músicas más, el intentar disfrutar y saborear el vino tinto (aunque nunca lo conseguí). Gracias a ella me animé a ir al teatro, a las pequeñas salas de cine donde proyectaban películas minoritarias de distintos países y en distintos idiomas. Comencé a ir exposiciones, me atreví a intentar contar mis propias historias en poemas, dibujos y pinturas. Ir a cafeterías solo y leer un buen libro.

Ella fue de las primeras personas a las que le enseñé mi pequeña producción poética y pictórica. Desde luego me corregía mis faltas de ortografía, o enriquecía con su visión aquello que me imaginaba. Mi admiración y afecto por ella era tan grande, que le hice un poema de lo más cursi, me parece que hablaba de abejas, y flores...

Años después, mientras estudiaba arquitectura, fuimos compañeros de piso, y cuando llegó a casa con la mudanza, traía muchas cosas curiosas, pero lo que más me conmovió fue una escultura, era una rama de un árbol y una máscara de cerámica que se ensamblaba con la madera, haciendo equilibrio. Nunca pensé que alguien al mudarse, llevase una escultura para colocarla en su nuevo hogar, esa pieza era especial para ella, le resultaba evocadora. La gente que pinta, esculpe, fotografía... que materializa su idea, supongo que aspira a que aquella materia signifique algo para alguien. Aquella escultura significaba mucho para Tania.

Disfrutar en compañía de la música, de las historias de los libros, de la comida, de las pinturas, de una tarde de sol, de la poesía, son experiencias lindas y van creando una memoria colectiva y afectiva entre gente que en ese momento comparte la vida.

"La cueva de Ligia" es un poema que escribió Tania y al leerlo en voz alta, se le humedecían los ojos. Lo hizo hace muchos mucho años, recuerdo muy poco de lo que decía, habla de una casa donde vivió con su familia y comenzaba a describirla. Pero todas las veces que lo leía, yo me iba a un lugar oscuro, con muy poca luz pero cálido y seguro. Por eso pinté una cueva, que al reflejarse con el suelo mojado parece una vulva, afuera la luz del día, del mundo. Dentro hay calor, lenguajes primitivos, donde la vida va con el tiempo que acompasa la luna, junto a la naturaleza, sus ciclos y la empatía.

Tania estudió sociología en la Universidad de Guadalajara, tal como lo pretendía cuando la conocí en 1995. Seguimos siendo amigos, me fui del país y nos perdimos la pista unos años, pero hace tiempo nos hemos reencontrado. Y en la distancia seguimos hablando de libros, de pintura y de música.






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