11 nov 2022

La mesa servida

La mesa servida. Acrílico sobre lienzo, 22 x 16 cm. Dedicado a Mariuca Etienne. Verano del 2022. Y su precio es de 85€.

Uno de mis lugares favoritos es el Ex Convento del Carmen en Guadalajara, México. Ahí y en los alrededores, siempre hubo y hay mucha movida cultural, recuerdo ver películas en su pequeña sala de cine, obras de teatro. Pasar muchas mañanas en el tianguis cultural o ir a beber café y escuchar música en los locales de las calles cercanas.

Durante los años que viví ahí, visitaba las exposiciones de pintura, dibujo, grabado, escultura y fotografía que hacían cada mes o dos meses. Incluso a pie de calle, cada cierto tiempo, colocaban una pieza en un escaparate del Ex Convento, para que la gente al pasar pudiera verla. Solía ser una obra de gran formato, me gustaba la idea.

Ir al Ex Convento es un continúo descubrimiento. Al entrar hay un par de salas grandes, después una preciosa escalera para subir al vestíbulo, allá arriba, si giras a la derecha vas a la Sala Elías Nandino en la que hacen presentaciones de libros, y a la izquierda inician las sucesivas galerías, donde continúan las exposiciones. Todas se comunican por un pasillo, hay muy buena iluminación natural, las ventanas dan al patio de lo que era el convento.

En una de esas salas vi por primera vez la obra de la pintora Mariuca Etienne. Su trabajo suele ser colorido, pero con tonos matizados por el blanco o el gris, de tal forma que les baja la intensidad. Es una forma de usar el color, muy ingeniosa porque suele armonizar con lo que sea, como los paisajes tras un manto de niebla.

Lo primero que vi, fue una de sus características mesas, con sus fondos de un solo color, la mesa y un objeto o unos cuantos, eran puerros o poros, y ya. Me emocionó su sutileza, su sencillez, su renuncia al heroísmo. A lo largo del tiempo, me iba encontrando un cuadro de ella por aquí, otro por allá. Floreros sobre mesas, mesas con más objetos, azoteas, algún retrato. Su trabajo me conmueve mucho, por las texturas y ambientes que consigue, hay melancolía en ellos.

Al buscarla en google, me di cuenta de que prácticamente no hay obra de ella en internet, no lo entiendo. Estuve a punto de conocerla, de visitar su casa. Mi amiga Loli me la iba a presentar. No pudo ser, me mudé de ciudad y después de país.

De tanto pensar en ellas, las mesas de Mariuca, han acabado por salirse a la realidad. Como cuando mi abuelo a mitad de la comida se ponía a recitar "El brindis del bohemio", o mi abuela materna leyendo sus múltiples libros de santos, santas y rezos, sobre la mesa del comedor. Las mañanas en Puebla, cuando mi padre y yo conversábamos, mientras fumábamos y bebíamos nescafé. Los platitos pequeños de la comida o el desayuno en casa de mi abuela Meche. Las mesas donde he pintado. Las mesas como altares, donde se practica la liturgia de la vida.

"La Mesa servida" es eso, un altar, un recordatorio de lo que me emocionó ver, la apología a las superficies planas y horizontales de Mariuca, a su mundo colorido y cubierto por niebla o nubes. A los objetos cotidianos que bajo su pincel, se llenan de significados. Arriba del todo recordando su magia, coloqué la media luna que debía ser negra, pero seguro que ella la hubiera hecho gris.

Por eso es gris.



 



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