Comía una pata de conejo, cuando me di cuenta de que comía una pata de conejo. Entonces decidí no volver a hacerlo. Me hice vegetariano y espero en un futuro hacerme vegano. Me imaginé a mí mismo desgarrando con mis dientes la patita de un ser bellísimo, pequeño y lleno de ganas de vivir y saltar. No me gustó la imagen.
Poco tiempo después conocimos a Libreta y Cartulino, Cartulino y Libreta, dos conejxs que por causas y azares son nuestrxs compañerxs de piso, de estudio y de vida.
He aprendido muchas cosas de ellxs, como a mover la nariz, a olisquearlo todo, o a comer verduras. Pero lo más significativo es gracias a una peculiaridad importante, el conejo sabe que es vulnerable, sabe que es la comida de otros animales, por eso es desconfiado, temeroso y precavido. Cuando un conejo quiere a un humano o humana, sucede un revolución que traspasa los instintos y las evoluciones genéticas. Un conejo dormido en el suelo, espatarrado y con la barriga al aire, es un conejo que sabe que está en un sitio seguro con la compañía correcta, y sus temores genéticos e históricos quedan de lado. Esa forma de querer y estar en el mundo es la que me han enseñado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario